El ático, pero, si… no pude subir los peldaños de la escalera, realmente no es necesario que lo piense siquiera.
Por fin, el lugar más recóndito y solitario de la casa, el sótano… sótano de mis pensamientos, de mi ser. Aquí reina la soledad, el aislamiento continuo, tal como yo suelo ser, aquí parece no cambiar nada, creo que estaré bien aquí, este es un buen lugar para mi… solos al fin, la obscuridad y yo… pero, ¿Acaso no soy yo la obscuridad y por esa razón no me asombro de estar con ella; es decir, conmigo? No, no sé qué me pasa, albergo una sensación de tristeza aquí en el sótano que no había sentido en los otros lugares, siento la necesidad de expresarme pero… tengo miedo, ¿Pero miedo de qué?, ¿Acaso no soy humano y no es supuesto que los humanos tienen en distintas proporcionalidades este miedo? Pues digo que no debería de sentir miedo y más importante aún, ese sentimiento de congoja acabará por destruirme y… debo eliminarlo, suprimirlo, exterminarlo… pero, con qué objeto, si yo soy la inexistencia… y lo probaré con insistencia, ahora, con esta daga, cortaré esta carne y… comeré, drenaré esta sangre y… beberé, ¡Que os he dicho yo que por nada moriré!, ah, la debilidad me posee, este resguardo está cada vez más… inutilizado, había dicho yo que no sucumbiría a las leyes naturales… pero, ¿Porqué muero?, ¿Porqué?, no se suponía que las cosas fueran así; Esto se encuentra fuera de lógica, ¿Acaso no renaceré?, ¡Tú, Dios inexistente te convoco a que salves mi existencia!, ¿Acaso no eres tan poderoso como te dicen ser?... bah, llamarte inútil es… recostado en mi propia sangre, agonizando con desaire, te juro que algún marbete como represión dejaré y… sin embargo… esperaré.
Parte IV
("La Espera", Relato de tintes filosóficos y momemtum psicológico.)
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